jueves, 24 de septiembre de 2009

Uso de las Grafías del Español

La ortografía de las letras o grafías en español responde, en ocasiones a razones, meramente históricas, etimológicas o a la necesidad de simplificar algunos grupos consonánticos.
Es necesario aclarar las reglas y las excepciones que se presentan según cada caso. Te recordamos que debes tener en cuenta que las reglas sobre las letras no siempre cubren todos los casos que se te puedan presentar, razón por la que te sugerimos ante cualquier duda leer poniendo especial atención a la forma de las palabras, consultar las reglas y el diccionario.
La grafía del español utiliza una variante modificada del alfabeto latino, que consta de los 27 símbolos A, B, C, D, E, F, G, H, I, J, K, L, M, N, Ñ, O, P, Q, R, S, T, U, V, W, X, Y y Z.
Los dígrafos CH y LL tienen valores fonéticos específicos, y durante los siglos XIX y XX se ordenaron separadamente de C y L, aunque la práctica se abandonó en 1994 para homogeneizar el sistema con otras lenguas. Las vocales (A, E, I, O y U) aceptan, además, el acento agudo para indicar la sílaba acentuada y la diéresis o crema modifica a la U en algunas posiciones.
El dígrafo "rr" (llamado "erre", /'ere/, y pronunciado /r/) nunca se consideró por separado, probablemente por no aparecer nunca en posición inicial.
La W y la K aparecen sólo raramente en palabras españolas e indican invariablemente términos adoptados por préstamo o cultismo en el curso de los últimos dos siglos
Varios de los grafemas reciben más de un nombre. La B se conoce como "be" a secas, "be alta" (en Cataluña), "be grande" (en México) o "be larga" (en Argentina, Chile, Colombia, República Dominicana y Uruguay), por haber representado tradicionalmente a la consonante plosiva bilabial sonora /b/ o a la fricativa bilabial) /β/, se la llama a veces "b labial" (Colombia, aunque la pronunciación de la V es (en la inmensa mayoría de los dialectos) también labial y exactamente idéntica. A su vez, esta última se conoce como "uve" (en España), "ve", "ve baja", "ve chica" o "ve corta" (en Argentina, Chile, Colombia, República Dominicana y Uruguay); el mismo prurito histórico lleva a algunos manuales a designarla como "v dental", aunque la pronunciación dental desapareció hace siglos del sistema de la lengua. En Venezuela y Costa Rica se les llama coloquialmente "be de burro" y "ve de vaca", respectivamente. En ciertas zonas de América Central se le denomina "uve". Para mayor confusión, la letra "W" es llamada en España "uve doble", en México, Costa Rica y República Dominicana "doble u", en otros países de Centroamérica y algunos países de Suramérica, como Venezuela, "doble ve" y en otros, como Perú, "ve doble".
LL y RR se designan indistintamente como "elle" y "erre" o como "doble ele" y "doble erre" o "doble ere". Son de las pocas consonantes que se presentan duplicadas en la grafía actual -junto con la C y excepcionalmente la N- y son las únicas que presentan pronunciaciones distintivas.
La I se llama a veces "i latina" para distinguirla de la Y, "y griega". En algunos lugares se prefiere el nombre de "ye" para esta última.
Antiguamente se empleaba a veces "zeda" como nombre para Z, una práctica hoy en desuso.
Durante los primeros siglos de desarrollo del español, la rareza de la lengua escrita y la aún imprecisa catadura de la misma hicieron innecesaria una codificación de su grafía. El primer intento de dotar de un código gráfico sistemático data del reinado de Alfonso X, que intentaría ajustar las diversas soluciones adoptadas por sus predecesores a un criterio fundamentalmente fonográfico.
Alfonso X reunió en su corte un gran número de estudiosos, que se abocaron a elaborar una compilación enciclopédica del saber de la época, continuando y ampliando la obra de la escuela de traductores de Toledo; el romance se utilizó como lengua intermedia en las traducciones del árabe o el griego al latín. La profusión de copias realizadas en el scriptorium real y el impacto de las traducciones sobre el corpus de la lengua romance difundió y dio fuerza a las convenciones fijadas por el rey.
Desarrollada en varias etapas a partir del período alfonsino, la ortografía se estandarizó definitivamente bajo la guía de la Real Academia Española, y ha sufrido escasas modificaciones desde la publicación de la Ortografía de la lengua castellana de 1854. Las sucesivas decisiones han aplicado criterios a veces fonológicos y a veces etimológicos, dando lugar a un sistema híbrido y fuertemente convencional. Si bien la correspondencia entre grafía y lenguaje hablado es predecible a partir de la escritura -es decir, un hablante competente es capaz de determinar inequívocamente la pronunciación estimada correcta para casi cualquier texto-, no sucede así a la inversa, existiendo numerosas letras que representan gráficamente fonemas idénticos. Los proyectos de reforma de la grafía en búsqueda de una correspondencia biunívoca, los primeros de los cuales datan del siglo XVII, han sido invariablemente rechazados. La divergencia de la fonología de la lengua entre sus diversos dialectos hace hoy imposible la elaboración de una grafía puramente fonética que refleje adecuadamente la variedad de la lengua.
La tesis de Bello se apoyaba en que el empleo de la etimología como criterio lingüístico era ocioso —pues en nada se vinculan la lectura y en general el uso de la lengua con su conocimiento histórico— y, en vista de los problemas que producía, contrario al uso racional. Promovía una simplificación en dos etapas, para evitar los problemas de choque con los que se habían enfrentado Jiménez Patón y Correas, y una redistribución del silabario en atención a la realidad del uso lingüístico. Propuso eliminar la ambigua C, la H muda, asignar a G e Y sólo uno de sus valores, escribir siempre RR para representar la consonante vibrante y dedicar un cuerpo de estudiosos a resolver sobre el terreno la diferencia entre B y V. No muy distinta fue la propuesta de Domingo F. Sarmiento, aunque formulada una veintena de años más tarde, durante su exilio chileno; Sarmiento prefería dejar la C en preferencia a la K y prescindir de la V, la X y la Z.
Las propuestas de Bello y Sarmiento no se plasmaron totalmente, pero el 25 de abril de 1844 aspectos de ellas se adoptaron en una propuesta hecha por la facultad de Filosofía de la Universidad de Chile al gobierno de este país, que finalmente se adoptaría allí, en Colombia, Ecuador, Nicaragua, Venezuela y Argentina. La influencia de Bello se había visto en la propuesta de la Academia Literaria y Científica de Profesores de Instrucción Primaria de Madrid, que el año anterior había adoptado muchos de sus principios. En 1844, sin embargo, Isabel II puso fin a este proyecto al imponer por decreto real el acatamiento a la Academia, a través del Prontuario de ortografía de la lengua castellana dispuesto por Real Orden para el uso de las escuelas públicas por la Real Academia Española con arreglo al sistema adoptado en la novena edición de su diccionario.
El resultado de la larga divergencia y de la oposición planteada en otros marcos a la RAE ha sido una flexibilización de los criterios de esta; las ediciones del Diccionario y la Ortografía de la década de 1990 han reconocido finalmente que ciertas pronunciaciones varían entre la España y América, han aseverado el estatus predominante del seseo y el yeísmo, y admitido el reconocimiento gráfico de las variaciones en la formación de diptongos.

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